A principios del s. XX el Papa San Pío X -tal como corresponde a todo verdadero Pastor- daba una importancia crucial a la enseñanza de la verdadera doctrina y al combate contra las falsas doctrinas, especialmente el modernismo que ya entonces empezaba a extenderse en el interior de las estructuras de la Iglesia.

Igualmente -como es de esperar en todo verdadero Pastor- San Pío X no sólo publicó una Encíclica sobre la enseñanza de la Doctrina Cristiana (Acerbo nimis) y otra combatiendo el colector de todas herejías -como es el modernismo teológico- (Pascendi Domínici gregis), sino que también emprendió decididos actos de gobierno y de disciplina para luchar vehementemente contra el modernismo. Creó comisiones para limpiar el clero de doctrinas contrarias a la fe católica, evitar la propagación del veneno modernista entre los teólogos e impedir que tuviera consecuencias en la liturgia. También impuso el juramento antimodernista a todo el clero y profesores en los seminarios.

Y además publicó un Catecismo de exposición muy resumida a base de preguntas y respuestas breves para facilitar el aprendizaje elemental de la doctrina católica. Se trata del “Catecismo Mayor” que publicamos en esta edición (facsímil de 1914) junto a la referida Encíclica Acerbo nimis, 50 preciosas antiguas estampas catequéticas comentadas, un breve resumen acerca del modernismo y un excelente “Catecismo sobre el modernismo según la Encíclica Pascendi Domínici gregis de S. S. Pío X” (facsímil de 1908, obra de J. B. Lemius), en cuyas preguntas y respuestas recoge íntegramente esta brillante Encíclica que deja totalmente al descubierto a los herejes modernistas, tan extendidos por casi todas partes en los tiempos actuales.

Con estas decididas acciones (de palabra y de obra) de San Pío X se ve realmente al Vicario de Cristo ejerciendo su función magisterial -enseñando la verdad y corrigiendo el error- y profética -anunciando la Palabra de Dios y denunciando lo que atenta contra ella-, para la salvación de las almas y mayor gloria de Dios.

“Guardar silencio no es ya decoroso, si no queremos aparecer infiel al más sacrosanto de nuestros deberes” (San Pío X, Pascendi).

“Todo el que se aparta y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina, éste tiene al Padre y al Hijo” (2 Juan, 9).