El ayuno es uno de los principales medios de penitencia que podemos realizar para reparar el pecado, como Nuestra Señora de Fátima pidió repetidamente. Sin embargo, en una Iglesia moderna que decreta el ayuno solo dos días al año, encontramos una respuesta lamentablemente deficiente a los incesantes llamados del Cielo a la penitencia y la reparación. Comprender el declive del ayuno a lo largo del tiempo en la Iglesia debería inspirarnos a observar estas costumbres más antiguas y alentar a otros católicos a hacerlo con el propósito de satisfacer el pecado.

A pesar que el propósito del ayuno sigue siendo el mismo, la manera en que se observa ha cambiado. A medida que más católicos buscan redescubrir las tradiciones de siglos anteriores y las observan piadosamente, a menudo se confunden con las disciplinas cambiantes y las excepciones para ciertos tiempos, lugares y circunstancias. San Francisco de Sales comentó "Si puedes ayunar, harás bien en observar algunos días más allá de lo ordenado por la Iglesia."

Este libro explica el ayuno y cómo ha cambiado a lo largo de los siglos en una de las compilaciones más completas. Desafortunadamente; la mayoría de los resúmenes del ayuno son inexactos o incompletos. Sin embargo, en lugar de ser un mero ejercicio académico, el propósito de estudiar la historia del ayuno es, en última instancia, una ayuda para redescubrir estas prácticas, intentando observar mejor el llamado de nuestro Señor y nuestra Santísima Madre a la penitencia y reparación por los pecados.

El arzobispo Fulton J. Sheen comentó una vez: "Es un principio establecido desde hace mucho tiempo de la Iglesia nunca abandonar completamente de su culto público ninguna ceremonia, objeto u oración que alguna vez ocupó un lugar en ese culto". Lo mismo se puede decir de las prácticas relacionadas con los Días Santos de Precepto o los días de ayuno. Lo que nuestros antepasados consideraban sagrado debería seguir siendo sagrado para nosotros, en un esfuerzo para preservar nuestra catolicidad; no sólo por nosotros mismos sino por nuestros antepasados que ven a Dios ahora en el Cielo.