La gran humildad de Santa Margarita puede lograr “engañarnos”. Cuando escribe su autobiografía por obediencia, con gran repugnancia, le pide al Sagrado Corazón: “Soberano Bien mío, haced que nada escriba sino lo que haya de ser para vuestra mayor gloria y mi mayor confusión”. Parece que lo consigue hasta ahora, pues, al leer su autobiografía, en palabras del autor: “sorprende al primer contacto; estamos en guardia contra ella, y de la narración de tantas maravillas, persecuciones, sufrimientos y angustias nace no sé qué miedo irracional […] y entre los peregrinos de Paray-le-Monial, miles ignoran todo sobre su vida y no conocen más que su nombre”.

Sin embargo el Sagrado Corazón le dice algo muy sorprendente, que difícilmente encontramos algo semejante en la vida de otros santos: “Yo te constituyo heredera de mi Corazón y de todos sus tesoros en el tiempo y en la eternidad, permitiéndote usar de ellos según tus deseos; te prometo que no dejaré de socorrerte sino cuando falte poder a mi Corazón; tú serás para siempre su discípula muy amada”.

El autor, el P. A. Hamon, logra con extraordinaria fineza y maestría, usando todos los medios a su alcance (testimonios de sus contemporáneas, hermanas, superioras, etc.) entrar un poco en el santuario de esta hermosísima alma, toda moldeada por el Sagrado Corazón según sus designios.

Su lectura nos hace vislumbrar un poco como quiere el Sagrado Corazón que realicemos su deseo de aprender de Él a ser mansos y humildes de corazón.