La sociedad, víctima de la Revolución anticristiana, está organizada y dirigida por ideas y leyes ateas que no tienen en cuenta ni al Creador, ni el destino eterno de las almas. Millones de personas viven en pecado mortal y sufren por no conocer la Ley de Dios: pueden ir al infierno eterno. Esto es injusto. Jamás los pueblos cristianos han pedido ser despojados de su fe y civilización. Fueron despojados por la Revolución masónica con palabras bonitas, con astucia y violencia, sea de las armas, sea de las leyes anticristianas. Las sectas protestantes son uno de esos instrumentos poderosos para descristianizar a los pueblos católicos.

"El mejor medio de descristianizar la Europa, escribía Eugenio Sue (escritor francés, 1804-1857), es el de protestantizarla."

"Las sectas protestantes, añade Edgard Quinet (historiador francés, 1803-1875), son las mil puertas abiertas para salir del cristianismo."

¿Reformadores o azotes de Dios?

Si contemplamos las obras de esos que se llaman con orgullo padres de la libertad, fundadores de la sociedad moderna, veremos, según la expresión de Bossuet (obispo francés, 1627-1704): "si aquellos que se nos presentan como los reformadores del género humano, han aumentado o disminuido sus males; si es preciso mirarlos como reformadores que le corrigen, o como azotes enviados por Dios para castigarle."